miércoles, 10 de octubre de 2018

Foránea en Puebla

Estos últimos (casi) dos años han sido un parteaguas en mi vida; resulta extraño pensarlo así, porque no lo vi venir.

Para empezar fue mi segundo cambio de ciudad, y aunque si me esperaba que fuera distinto del primero, no pensé que me marcara tanto como lo ha hecho. Estando aún más lejos de mi ciudad natal, se siente como si estuviese cargando a cuestas ya no solamente mi niñez y vida familiar de Reynosa, sino que ahora también me traje encima la experiencia de una vida independiente, mi descubrimiento profesional, primeros trabajos y amistades que sé que son de toda la vida de Monterrey.

Recuerdo que cuando me fui a monterrey, lo hice con mucho ímpetu, estaba emocionada por “la gran ciudad“... de cierta forma resentí el cambio de pasar de ser la niña a la que los papás le resolvían TODO a ser foránea con esa sensación extraña de falta de pertenencia. Llegado un punto, mientras estaba en monterrey sentía que no estaba en mi “hogar“, pero luego iba a reynosa y sentía que tampoco “cabía“ ahí; eran mis papás y era mi hermano los que me daban la sensación de que había vuelto al que era mi hogar, pero la ciudad, las situaciones, eran distintas. Es un sentimiento confuso de describir.

El departamento de Neuropsicología de la UANL y su equipo de personas me aportó esa calidez de hogar “adoptivo“ en monterrey.



Es gracioso que en un principio siempre tuve en mente que Puebla “era de paso“, “voy por la maestría, nada más“, “solo un rato me tocará estar allá“. 

Entonces llegué a un salón de clases, que no tenía nada de parecido a las aulas de FaPsi y tampoco era un grupo grande, no había tanto ruido y bullicio de personas.. pero si estaba CHULO. 

Hubo una mezcla interesante en esos primeros momentos de la maestría, entre que estaba completamente emocionada por ¡al fin! llevar muchas materias específicas de Neuropsicología y entre el cambio de ambiente; los edificios coloridos, el clima frío, la gente caminando más lento, músicos tocando en la calle.. bastante distinto al “sonido“ que produce monterrey. 

Fui ingenua al pensar que solo estaba de paso y ya. Ahora siento que la ciudad me pasó y se enterró muy profundo.



Como buena ñoña, mis clases me encantaron... ¡era tanta información nueva! sentía que no podía procesarla toda, pero estaba contentísima de estar aprendiendo de personas tan preparadas. Aparte estaban las prácticas, aprender desde este nuevo enfoque (el modelo de neuropsicología de Luria).

Ahora que estoy en cuarto semestre puedo notar quizá algunas cosas que quedan cortas del enfoque, pero sin dudar estoy consciente que este modelo de la neuropsicología me ha dado mil veces más claridad que el modelo que conocí en FaPsi (el modelo de neuropsicología cognitiva).



Recuerdo que esa primer semana de la maestría, nos dijeron que teníamos que ser muy unidos, e hicieron hincapié en eso. No pensé que nos lo tomaríamos tan en serio; quizá fue el hecho que de los doce alumnos, diez somos foráneos, o quizá solo fue que todos son suuuper chidos.

Yo siempre he pensado que uno puede aprender de todas las personas que nos rodean... y con ellos lo volví a confirmar. Cada uno aporta algo particular a la dinámica grupal, es una combinación muy simpática. Y estos comentarios vienen de alguien a quien no le gusta la interacción grupal jaja. Podría escribir algo de cada uno, pero creo que eso lo dejaré para otro lugar y momento; solo queda decir que agradezco a Dios por los ratos que he compartido con cada uno, por lo que han aportado a mi forma de ver las cosas.

Mis amigos de la generación XX me han vuelto a dar esa calidez hogareña aquí en Puebla.


La foto de primer semestre comparada con la de cuarto semestre.


Viví 8 años en monterrey, de los cuales más de 6 estuve en un depa individual. Siempre preferí estar así y la verdad estaba muy cómoda. Ahora en Puebla viví con roomies y me di cuenta que es bastante bonito; los momentos tristes no se sienten tan pesados y siempre hay alguien a quien platicarle lo que ha pasado en el día o con quién pedir pizza, ver una peli o desvelarme estresada leyendo. 

Una parte de mi está renuente a creer que voy a preferir la vida con una roomie a vivir sola, pero definitivamente puedo decir que prefiero vivir con una Kayana o una Ale a vivir sola. Sé que será difícil que vuelva a encontrar una roomie con la cual me acomode tan bien; en el caso de Kayana algo tendrá que ver también que ya teníamos 6 años siendo amigas, antes de ser roomies.

 


Además, en Puebla descubrí que si me gustan los gatos, al inicio fue una convivencia extraña, pero después Kali se robó mi cariño, con todo y sus amarguras jaja


Reconozco que vivir con mis roomies me ha ayudado mucho a mejorar mis habilidades sociales y a tomarme las cosas con más calma, al principio “a empujoncitos“, pero ahora estoy agradecida por esos cambios. 


A finales de mi estancia en monterrey descubrí mi gusto por la cocina y aquí vine a aprender a hacer muchos platillos, realmente estoy satisfecha con mi sazón; me di cuenta que cocinar me ayuda mucho a relajarme y despejarme.


Vivir cerca de un parque muy bonito, estilo fundidora (aunque con sus claras diferencias), me motivó a adquirir el hábito de correr por las mañanas. No puedo decir que haya mejorado mucho mi condición física (que es lo que quería lograr), pero si descubrí que no soy del todo pésima en la actividad física y además también me ayudó a soltar estrés.


Lo que he aprendido en la maestría siento que me ha ayudado a pensar de una forma más clara lo que pasa con los pacientes que vienen a la consulta y me siento con mas herramientas para intervenir. En estos ámbitos siento que me falta mucho por recorrer, pero estoy contenta con los pasos que he dado.


Descubrí una iglesia en la que por fin me sentí del todo cómoda, fue como volver a entrar en contacto con mi espiritualidad y eso me hace sentir plena. Estoy consciente que hay cosas que tengo que trabajar, pero es muy lindo tener un lugar al que ir, escuchar predicaciones de la Biblia, orar y cantar los himnos con piano y toda la cosa.

Estos años también he tenido la oportunidad de viajar como nunca en mi vida, conocer nuevos lugares, son experiencias que también llevo conmigo.


Creo que puedo decir que Puebla para mi ha venido a significar equilibrio. Me siento más fuerte  y firme emocionalmente para expresar las cosas con las que no estoy de acuerdo, para enfrentarme a lo que venga. Me aclaré mis propios criterios e hice las paces con el hecho de que difiera de las opiniones de otras personas. 

Algo importante que siento que he aprendido es el saber escoger mis batallas y esto ayudó a que me pudiera relajar, ya no me siento tan tensa o ansiosa como en mis años pasados. En fin, gracias totales.


Estoy feliz.


Y tengo unas roomies bien chidas, ¿ya les dije?




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